Comentario
Durante esta época complicada, existieron algunos modelos de colegios que reflejaban los cambios en la sociedad, por ejemplo, el colegio Estilo, de Madrid, fundado por Josefina Aldecoa. Entonces se llamó experimental lo que hoy llamaríamos adecuado: ya no se estudiarían los pintores del Quatrocento con un mero recitado verbal, sino que se verían sus obras, incluso se intentaría que los alumnos intentaran reproducirlas. El número de alumnos por clase no superó los veinte; se trataba de un colegio bilingüe y mixto. Este colegio tan avanzado, hasta puntos que hoy se negarían, no supuso necesariamente el bien de sus alumnos, ya que su postura cívica constituía una isla y era desadaptador de los alumnos, que educados en conductas razonablemente democráticas, iban a salir a una sociedad autoritaria. Tal vez podía ser lo que les hiciera trabajar por que esa dictadura quedara atrás. Pero esa dictadura, no tan dura, permitía ese tipo de educación en su seno.
También existía el colegio Estudio, en las antípodas del anterior, ambos extremos de la educación impartida en esos años en España. Este colegio, dirigido por Jimena Menéndez Pidal, se reclamaba heredero de la Institución Libre de Enseñanza en todos sus aspectos. Se convirtió en colegio de elección entre la clase media liberal y artística que ejercía de oposición al Franquismo: ingenieros economistas y cuadros del partido Comunista de España, por decirlo de alguna manera, y además por muchos integrados en la Administración franquista pero deseosos de hacer méritos entre sus superiores. Se caracterizaba el colegio por la proclamación de su metodología de vanguardia, que consistía en usar pocos libros (desde luego ningún libro de texto, aunque sí de referencia) y sí muchos apuntes, excursiones, no tener recreo, y además lo que llamaban trabajos de investigación y, en lenguaje menendezpidaliano, labores de hafiz, es decir, el cargo de bedel.
Como estos colegios hubo algunos intentos de imitación en provincias; más frecuentes eran aún los colegios mixtos -incluso religiosos-, o de coeducación, como ahora se llaman, por ejemplo el colegio de la Sagrada Familia, de Santander, católico y mixto, colindante con el colegio Bilingüe (inglés-español), también mixto y laico.
Las ikastolas funcionaron desde 1957 por un concierto muy especial entre El Pardo y el Obispado de San Sebastián. Eran escuelas adjuntas a las parroquias en las que se enseñaba el vasco y a continuación otras materias, todas en vasco, casi siempre con sesgo religioso. De tan asentadas que estaban, constituyeron después en la transición uno de los modelos a seguir en las reformas educativas.
Igualmente en Cataluña y en Galicia, en unos u otros colegios no se ahorraba el idioma local, si bien algunos lo erigían en el idioma principal de su enseñanza, mientras otros se limitaban a usarlo como lengua doméstica.
En la Carta Magna de la Enseñanza Media de 1940, se concedía a la Iglesia la potestad disciplinaria y la organización e impartición de las enseñanzas religiosas y sus prácticas, y a la Falange, la educación política y deportiva de los centros.